12/25/2006

Jo, jo, jo


Esta Pascua estuvo muuuy buena. Todo partió con el matrimonio de una tía vieja el día Jueves, para el que me producí como si fuera el evento del año. Estuvo divertido, aunque casi me fracturo el pie varias veces porque el taco de mi zapato insistía en meterse en las ranuras de la terraza. Así que terminé a pata pelada, al igual que todas las mujeres del evento. Incluso bailé reggaetón con mi viejo, escena bastante surrealista en todo caso. Al irme pasé a una bomba de bencina a comprar una tarjeta de teléfono para llamar a Francia al dia siguiente y conseguirme un par de datos que me faltaban para una beca. Ahí al entrar vi a un lolito bastante apetecible, con unos preciosos ojitos azules. No pesqué demasiado, pero al salir él se me acercó y me pidió que lo llevara a la casa de un amigo. Nos fuimos conversando, muy buena onda, y me pidió el teléfono. Nos juntamos al día siguiente, y terminamos en mi casa. Conversamos por horas, muy bien. No me ha llamado y lo mejor de todo es que tampoco me importa. Si no se pronuncia hasta el miercoles lo llamo yo. Y si se hace el interesante borro su cel y me olvido. Qué rico esta sensación de libertad, de falta de compromiso y de urgimiento. Y bueno, igual quedé con el ego bien puesto, hace rato que no me pasaba algo así. Y estuve sobre nubes preparándome para la Pascua, haciendo los últimos regalos y yendo a comprar al Jumbo que a las 9:30 am ya era un mar humano. Pero de verdad nada logró ponerme malgenio. Preparé un cebiche gigantesco, con tres reinetas enteras, choclito, rábanos, palta, cebolla morada, champiñones, pimentones de tres colores, cilantro, aceite de oliva, de sésamo y de albahaca. Quedó delicioso. El único problema es que tenía que atravesar Santiago con el famoso cebiche, ir a donde mi tía y después atravesar Santiago de nuevo para llegar donde mi hermana, destino final del cebiche. Y no tenía tuppers, ni alusaplas, ni nada. Conclusión: se me chorreó todo el auto con cebiche, y al tratar de arreglar en algo la cagadita, yo misma y mi vestido quedamos hediondos a pescado. Puaj. Pero todo bien, igual es impagable ver a mis sobrinos hiperventilados jurando de guata que vieron al Viejito Pascuero y cantando Rodolfo el Reno como si se les fuera la vida en eso. En resumen fue un excelente fin de semana. Espero tener hartos más así el año que viene.

12/23/2006

Otra vez




Tropecé de nuevo con la misma dolorosa piedra. Pero incluso así, sabiendo que no hay futuro ni presente, y ni siquiera demasiado pasado, es mejor que sin él. Porque no sé decir que no, y la verdad no quiero decir que no. Lemingo suicida, me tiro feliz al precipicio. Muerdo sin parar el anzuelo sin carnada. Pero da lo mismo: mejor esto que no tenerlo. Ya sé que es así, ya viví sin él y no lo resisto. Lo único que me queda es irme. Y me voy a ir. Es una promesa. Soldado que arranca sirve para otra guerra.

12/13/2006

Lo que me salió en un test

Ya escribiré cosas más trascendentales. Hoy soy una chica light que hace tests en línea. Está buenísimo, y 100% estiloso. Recomendado, aunque en inglés.









11/13/2006

Cuentos


No puedo escribir de lo que me pasa. Todavía no lo puedo poner en palabras. Pero este pobre blog está descuidado, no lo actualizo hace mucho tiempo. Así que, dado que este es un espacio 100% autorreferente, quiero postear mis cuentos fallidos para Santiago en 100 palabras. No me he ganado ni siquiera una mísera mención honrosa, así que no deben ser muy buenos. Pero me gustan. Y se merecen una oportunidad...


Cuchito


Llora sentada en un banco, con una carta arrugada entre sus manos, los ojos fijos en el agua turbia del río. Un gato la observa desde el suelo. Al cabo de unos minutos ella le devuelve la mirada y tímidamente palmea tres veces su regazo. Tras una pequeña vacilación el gato salta, se acurruca, ronronea. La mujer pasa su mano helada por el tibio pelaje del animal. “Cuchito lindo” musita ella, esbozando una sonrisa. La mujer no lo sabe, pero el gato también se salvó ese día.



Santa Marta


Todavía está cómoda. Sus ojos oscuros y tranquilos brillan asomados entre la manta, sus deditos traslúcidos juegan con un rayo de luna. No hace mucho la dejaron ahí. Ya vendrá el hambre, el frío, los ojillos fosforescentes de las ratas. Y el llanto que inunda todo, ese maullido interminable de gatito herido, de guagua abandonada en el vertedero Santa Marta.


Tarde de Mall


Cerca del patio de comidas hay un pequeño coche negro. La gente cargada de bolsas pasa por el lado, sin verlo. De adentro se escucha un llanto ahogado y suave primero, desesperado después. La gente se arremolina, guardias de seguridad, quién dejó eso ahí, nadie sabe, llamen a Carabineros. Finalmente un guardia se lleva el coche y su bultito lloroso. Todo vuelve a la normalidad. Sólo queda una mujer que llora despacito en el baño, rogando por que alguna de las señoras rubias que pasean esa tarde por el mall se apiade y adopte a su niño.



El Baile


Santiago es nuestro escenario para una coreografía ciega. Bailamos a tientas entre las calles, buscándonos sin saberlo. Esta danza tácita le presta a la ciudad un brillo de ópera, la transforma en el decorado vivo de un montaje azaroso. Sin previo aviso una esquina nos reúne; cruzas la calle justo al frente de mi automóvil detenido, al prenderse las luces del cine veo que estás cuatro asientos más allá. Son estos fugaces instantes los que me hacen estar siempre atenta, no vaya a perderte en un reflejo de puerta giratoria.



10/25/2006

De Lota con Amor

Es difícil hacer esto, después del post de mi abuela casi que me siento una mala nieta al mezclarla con mis historias sórdidas. Pero bueno, o empiezo ahora o mejor borro este blog. Todo comenzó cuando decidí que mi carrera de científica no se condecía con mi natural inclinación hacia las artes (shiiiii) y decidí meterme a los cursos de teatro amateur de Fernando González. El primer día hubo una típica dinámica para conocernos entre compañeros. Y apenas lo ví, me gustó. No era guapo, pero tenía una cosa medio animal, algo así como el encanto proleta que seduce. Resultó ser un Lotino de tomo y lomo, cultor algo mula de las artes marciales. La atracción entre los dos fue bastante evidente desde el principio. En una junta después de clases en su casa de hecho hubo besuqueos varios interrumpidos cuando el Lotino se me puso demasiado puntudo y me trató de bajar los pantalones arriba de la mesa del comedor. Después de ese episodio el tema se distanció bastante. Él habló con una amiga mía, y le dijo que a pesar de que yo era tan simpática, rica, inteligente y "además estudia biología" (¡¡¿¿??!!), no quería "nada serio" conmigo porque yo era "sexualmente agresiva". ¿Qué tal? O sea, no sólo juró de guata que yo quería pololear, casarme y tener Lotinitos con él, sino que osó decir que yo era sexualmente agresiva cuando él me tiró arriba de una mesa y me trató de empelotar sin preguntar siquiera. Así que ahí me apesté, y no lo inflé por mucho rato. Hasta el día del examen final. Después de la celebración de rigor me pidió que nos fuéramos a su depto. Y allá fui. Y bueno, todo bien. Hasta que el tema se me puso de frentón surrealista. Como buen macho él no aceptaba que yo estuviera arriba. Así que obvio que me puse catete hasta conseguirlo, lo que se dice por huevear. Y en esa estaba cuando me toma de las caderas y grita a todo pulmón: "¡¡¡Goza, Goza!!!" Sintiéndome en una pésima película porno y aguantando la risa, seguí estoica no más. Ya con ese antecedente en carpeta, en la conversación post le pregunté por qué, si era obvio que él me gustaba y yo le gustaba, se había hecho de rogar al principio. Y aquí viene la segunda frase para el bronce: "Porque tú no te lo merecías". Y lo peor es que no era talla, lo decía síper en serio. Aquí sí que no me aguanté, y me reí a carcajadas. Cómo tan barsa. Lo que vino después es algo nebuloso. De lo único que me acuerdo bien es de cómo en medio del relajo, conversando, empezó a contarme que su ídolo era Bruce Lee. Pero no se quedó ahí. Vino toda una exposición de revistas sobre artes marciales donde salían fotos de Bruce, que como me enteré esa noche conoció a Brenda Lee en la Universidad de Nevada, y que en esa misma universidad unos tipos lo molestaron diciéndole "sal de aqui chino c..." (o más bien su equivalente en inglés), y que él les aclaró que era norteamericano hasta los huesos antes de, por supuesto, patear sus traseros. Poco después di por finalizada la noche. Hasta el día de hoy me acuerdo con cariño del Lotino barsa que me mostró que si una no pierde el humor, ¡¡pucha que lo pasa bien con los pastelitos!!

10/03/2006

Mi abuela

Mi abuela murió el Lunes a las 12:10 am. Hoy fueron sus funerales, y toda esa parafernalia de la muerte que inevitablemente se le asocia. No puedo evitar estar muy triste, ya que ella era sin duda una de las personas más importantes de mi vida. No puedo evitar llorar con puro pensar que nunca va a tomar a alguno de mis futuros hijos en sus brazos. Era una mujer increíble, de esas que ya no existen. Al lado de ella la Reina Isabel parecía una vieja vendedora de choclos de la feria de Chiguayante. Era la definición de la expresión "toda una dama". Elegantísima, cuiquísima, y a la vez muy sencilla. Nada de ostentaciones. Era de esas mujeres que saben que el valor de las joyas no está en su precio ni en su tamaño, sino que en su buen gusto. En la foto se ve algo de eso, cómo se sentaba derechísima, sin nunca apoyarse en el respaldo, impoluta, sin ninguna mancha en la blusa ni una arruga en la falda. Tuvo que dejar el colegio sin poder terminarlo, debido a unas atroces jaquecas. Pero aún así era una mujer de tremenda cultura. Muy religiosa, es la única católica consecuente que conozco. Se hizo cargo de la ayuda fraterna de su iglesia, y en eso consistía su apostolado. La gente le daba pantalones rotos, camisas desgarradas, a veces incluso calzones manchados de sangre o mierda. Ella los lavaba sin arriscar la nariz, remendaba lo descosido para luego cargarlo en un carrito, caminar varias cuadras cargando ese peso y dárselo a los que lo necesitaban. Una vez una secretaria de la iglesia se aprovechó de eso, tomó esta ropa primorosamente arreglada y la vendió en una tienda de ropa usada. Mi abuela sólo comentó: "Cómo habrá sido la desesperación de esa mujer que tuvo que hacer eso". Dio el capítulo por cerrado y siguió con su labor de hormiga. Caminaba kilómetros bajo la lluvia o el sol, hasta bien poco antes de su muerte, sólo para cobrar los escasísimos pesos que la gente daba para la ayuda fraterna. Ella siempre decía que había que ayudar a ayudar. A la mujer que la cuidó el último tiempo, cuando ya no podía ser tan independiente como siempre fue (nunca tuvo nana mientras tuvo salud, sólo iba una mujer una vez a la semana a hacer algo de aseo y era mi abuela la que le servía el almuerzo), le pagó todos los dividendos que le quedaban. Pero no quiso que se lo dijeran estando ella viva, porque su modestia le impedía recibir la gratitud de la Lidia en vida. Con mi abuelo tuvieron una de esas relaciones que uno cree que sólo existen en las películas. Casados por más de cincuenta años, nunca dejaron de celebrar juntos los 2 de cada mes, recordando el día en que se casaron no cada año, sino que a cada mes de esos 50 años. Ya viejos, una tía los sorprendió bailando en su pieza la canción con la que se enamoraron, muy apretados, cantando bajito, con mi abuelo dándole besitos en su pelo blanco. Siempre estaban tomados de la mano. Cuando murió mi abuelo, mi abuela quizo irse con él. Pero aguantó acá, siempre alegre, aunque claramente echándolo de menos cada día. Al agonizar, en algún momento de lucidez entre largos períodos de inconciencia, dijo que al fin se iba a reunir con mi abuelo. Y se rió, pícara, incluso sonrojada como niñita chica que se va a juntar con el pololo. Esperó que fueran los primeros minutos del 2 de Octubre para morirse, y encontrarse con mi abuelo en uno de sus tantos aniversarios de mes. Yo la vi el día de su muerte. Ya estaba inconsciente hace rato, un pellejito mínimo respirando apenas en una enorme cama. Me acerqué, le di un beso en el pelo y le dije "Abuela, soy la Coté". No sé cómo, pero abrió los ojos, me buscó con la mirada. Sólo fueron algunos segundos. Y esa fue la última vez que despertó. Cerró los ojos y ya no los volvió a abrir nunca más. Su última mirada me la dedicó a mí. Se me fue mi abuela. Los que la vieron morir dicen que se fue en paz, con una suave sonrisa, y aunque suene cliché los que estaban presentes reían contentos de verla partir así, y un suave olor a rosas flotaba en el ambiente a pesar de no haber flores en la casa. Tenía con sus nietos una paciencia y una tolerancia increíbles. Una vez, con una prima, decidimos que los pescaditos dorados de una de mis tías que vivían en una de esas peceras redondas estaban sucios. Así que fuimos a buscar papel confort al baño del primer piso, tomamos el extremo y subimos al segundo donde estaba la pieza de mi tía. Ahí procedimos a enjabonar concienzudamente a los pescaditos, para luego secarlos en papel confort y devolverlos al agua jabonosa de la pecera. A pesar de matar a los pescaditos y dejar confort por toda la casa nunca nos retó. A mí me daba Limón Soda en un diminuto vaso verde que ahora tengo yo. A mi papá, que era una bestia, le regaló una juguera para que pudiera fabricar explosivos. Sí, tal cual. Mi papá llegó a preparar tan buena pólvora y otros explosivos que hizo volar la mitad de un palto del jardín de mi abuela y de paso reventó todas las ventanas del Villa María, que daban a dicho jardín. Pero para mi abuela era más importante que investigara, que creara. Aún a riesgo de la integridad física de los árboles. Y así podría seguir para siempre, contando cómo demostraba su enorme cariño en miles de actos. Pero para no latear demasiado cuento una última anécdota que la retrata de cuerpo entero. Tenía más o menos 70 años, era una señora flaca y vivaz. Caminaba por el Paseo Las Palmas a las tres de la tarde, un día de semana. Dos tipos se le acercaron. Uno la tomó por atrás y le tapó la boca. El otro le trató de quitar la cartera. Ella, una mujer ya mayor y tan flaquita, no soltó nunca la cartera. Tanto así que los tipos, después de forcejear un rato, huyeron a perderse. Y, según me dijo mi abuela "Cuando esos tipos salieron corriendo me dí el gusto de gritarles: ¡¡Imbéciles!!". Y esa fue su máxima expresión de rabia, su única grosería. Abuela, todos los que te conocimos te queremos. Todos los que te queremos nunca te vamos a olvidar, ningún día de nuestras vidas.

9/23/2006

La Abominable Mujer de las Nieves

Nunca he sido buena para los deportes. De hecho, los odio y me dan dolor de cabeza. La supuesta liberación de endorfinas es un mito para mí. Pero de vez en cuando caigo en el error y lo intento. Hace un par de semanas mi papá me invitó a ir a esquiar. No esquiaba hace 10 años, pero no sé por qué consideré que era una buena idea. La tortura empezó en el local de arriendo de equipo. Ninguna bota cruzaba mi no tan esbelta pantorrilla. La mina del local me apachurraba la pierna con toda su fuerza, y yo sentía cómo me latía el pie. Después de tratar por 20 minutos fuimos a otra parte. En todas pasó lo mismo. Yo me sentía monstruosa, un ballenato, un yeti cualquiera. Estaba al borde de las lágrimas, mientras mi pobre padre me consolaba diciéndome que no tenía las piernas tan gordas... Hasta que en el último lugar tenían botas para mí. Igual lata, cómo tanto, les juro que no tengo elefantiasis ni nada de eso, gordita pero nunca deforme. Bueno, supongo que las gordas no debemos esquiar. Una vez superado el trámite iniciamos la subida, donde obviamente me mareé. En Valle Nevado mi papá me engrupió con una cancha súper fácil, que quedaba bien arriba. Yo, ingenua, partí a la primera, sin ensayar en las canchas bajas. Al llegar arriba, cerca de la estratósfera, me di cuenta de la trampa. Claro, la cancha era fácil, pero para llegar a ella había que atravesar unas partes imposibles, con un ángulo de 90º. Me dio la indiada y me puse a insultar a mi padre por desubicado mientras trataba de bajar derrapando. Ese derrape hizo que todavía me duela la rodilla. En fin, llegando a la cancha fácil fue todo más benigno, hasta tener que tomar el andarivel de arrastre. Casi al llegar al final se me soltó el famoso platito que uno lleva entre las piernas, con lo que me caí en medio de la pista del andarivel. Mi papá pasó por el lado y me dijo "sube a pie". Gracias por la colaboración. Repté fuera del alcance de los esquiadores y me traté de sacar los esquís. No podía, pasé horas tratando, ya casi al borde de las lágrimas, mientras cada huevón que pasaba por mi lado me daba consejos contradictorios: "Sácate primero el esquí de más abajo", "Sácate primero el esquí de arriba", "No te saques los esquís". Yupi. Bueno, finalmente me los saqué, momento en el que tuve la desagradable revelación de que mis super pantalones de esquí no eran antideslizantes. Partí hecha una goma hacia abajo, de manera lo más indigna posible, dando un espectáculo impresionante. La gente en el andarivel hacía ruiditos tipo "Uuuuyyy" y "Aaaayyy". En un segundo de lucidez enterré un esquí en la nieve del lado, y así logré parar la caída. Traté de recomponer mi dignidad, pero fue imposible. Despatarrada, colgando de un esquí enterrado, lo vi llegar. Él, el Adonis de la montaña, el salvador, mi héroe de parka roja. Un patrulla. Se llamaba Juan. Con calma y fuerza me ayudó a pararme, a buscar mis esquís, a ponérmelos, paró el andarivel por mí. Yo aprovechaba de hacerme la linda, riéndome y coqueteando. Todo iba viento en popa hasta que me dijo textual: " Si no arreglas esta fijación TE LE VA A SALIR el esquí". Pensé que había oído mal, pero hubo reiteración de la falta: "En serio, si no ajustas esa fijación, al primer movimiento brusco TE LE VA A SALIR el esquí de todas maneras". Nadie es perfecto, ni siquiera mi superhéroe montañés. De ahí todo fue mejor, esquié bastante decentemente, y volví con la lesión de rigor como dudosa medalla de guerra. Y lo peor de todo es que volví a subir la semana siguiente. Pero esa ya es otra historia.

9/04/2006

El Cazador de Cocodrilos


No se puede estar toda la vida deprimida. Y hoy hubo algo que me levantó el ánimo y me hizo creer en la Justicia Divina, o al menos en la Ironía Cósmica. Murió Steve Irvin, uno de los personajes más despreciables de la televisión mundial. Sí, supuestamente era un conservacionista que amaba a los animales. Pero en realidad era un imbécil hiperventilado que lo único que lograba hacer era estresar y molestar a cuanto bicho se le cruzara. Envuelto en su sempiterno atuendo caqui, noqueaba cocodrilos, angustiaba cobras, perseguía escorpiones. Yo siempre rogaba por que algún animal reaccionara y lo hiciera papilla, para que aprendiera a respetar a esos animales que él decía querer tanto. Pero nada. Como la mala hierba se salvaba de picadas de serpiente, de mordiscos de cocodrilo, de tiburón, de congrio, de pejerrey, de lo que fuera. Cada vez más hiperventilado, cada vez más estúpido. Tanto así que le dio comida a un cocodrilote con un jurel en una mano y su hijo de un mes en la otra. Si ya me alegré cuando la elefanta casi aniquila al Bichólogo nacional, hoy no pude evitar reírme. Suena cruel, pero es lo que hay. Steve Irvin, el descerebrado que fue llevado a juicio por andar molestando a unas focas, pingüinos y ballenas en plena época reproductiva, murió atacado por una providencial mantarraya. Un sólo espolonazo directo al corazón, y chao. Claro, el tipo andaba nadando encima de este pescadote malas pulgas, tratando de agarrarlo. Murió en su ley. Y nos dio una importante lección: "No se puede ser tan imbécil y no pagarlo caro".



Steve Irvin, QEPD

8/27/2006

Cortando con todo


Finalmente lo hice. Logré cortar el lazo con mi Mc Dreamy. Debería estar feliz, orgullosa de mí. Pero no logro levantar cabeza. Fue hace algunas noches, de la peor manera posible, de la manera más torpe, pelotuda e infantil. Nada menos que por messenger. Yo lo había erradicado de mi teléfono y mi computador, borré sus mails, etc. Pero no lo bloqueé. Y me habló, cariñoso, divertido y recriminándome mi ausencia. Hablamos un buen rato, riéndonos, como siempre. Me regaló un par de cuentos eróticos de una escritora española. Hasta que me habló de su mujer, que lo esperaba dormida. Y me empecé a indignar con una ira fría, de mandíbulas apretadas. Empecé a pensar en lo idiota que he sido estos años, lo empecé a odiar. "Te odio", le dije. No me creyó. Le dije que era en serio. Trató de apaciguarme, pero no pudo. Hasta que le tiré las tres frases definitivas: "No te he escrito porque borré tu dirección de mail", "No te he llamado porque borré tu número de mi celular" y por último "no te he mandado mensajes porque te borré de Messenger". Le dolió. Me dijo "Si hubiera sabido no te habría hablado. Perdón". Y se desconectó. Le mandé un mail explicándole mis razones para odiarlo: por hacerme cobarde al no atreverme a quedarme sin él, por tenerme de accesorio por tantos años, por ausente, por no quedarse conmigo. Le declaré mi amor de la manera más violenta posible. Terminé despidiéndome, y deseándole suerte. A la mañana siguiente su respuesta fue "Mensaje recibido. Suerte también". Y nada más. Al leerlo me rompí. No pude dejar de llorar en horas, un llanto seco, jadeante. Ni con todo el aire del mundo podía llenarme los pulmones. Me ahogué de pena. Se me cerró la garganta, pasaba de llorar a gritos, como animal enfermo, a quedarme totalmente inmóvil con la vista pegada en un punto, y vuelta a llorar. En la pega tuve que disimular, aunque no me resultó mucho. Duele, duele demasiado. Me siento como si yo misma me hubiera arrancado un pedazo de un mordisco. No sé cómo voy a vivir con su ausencia definitiva. Antes no estaba, pero al menos me acompañaba su posibilidad. No puedo creer que nunca más voy a oler su cuello, que nunca más voy a poder besarlo, oír su voz. Nunca más. Me quedé vacía. Sabía que me iba a doler, pero esto es insoportable. Yo pensaba que de verdad no tenía esperanza, que era lo suficientemente adulta para saber que él nunca iba a dejar a su mujer por mí. Pero ahora que lo expulsé de mi vida me doy cuenta que en mi corazón seguía esperando, seguía creyendo que era posible. La muerte de esa esperanza me dejó helada. Ojalá pase luego esta mala racha, que ya no soporto esta amargura.



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8/19/2006

McDreamy

Soy enferma de televita. Y una de las series que me tiene cautivadísima últimamente es Grey's Anatomy. Para los que no la ven: típica serie de doctores, en donde la protagonista (Meredith Grey) se enamora del guapísimo doctor que adorna este post. Ella y sus amigas le dicen "McDreamy", por lo rico. Y bueno, le resulta. Se aman. Todo bien. Hasta que aparece la señora oficial de McDreamy, que cobarde él se había olvidado de mencionar. Y ahí queda Meredith, botella y sufriente. Y la mujer oficial sufre también, porque por más pino que le pone, el famoso McDreamy sigue enamorado de Grey y no la pesca ni en bajada. Pero obviamente no hace nada. Nada de nada. Estático. Hasta que Meredith se mete con otro, y claro, él la trata de puta, suelta, etc. Y claro, ahí engancho yo. El tipo es un cobarde mamón capaz de sacrificar toda su gris existencia con tal de no hacer olitas. Un miserable perro del hortelano, incapaz de comer y muy preocupado de que nadie más coma. Ajjj. Es el dedo en la herida para mí. Estoy en mi cruzada personal en contra de la cobardía, de la que me rodea y de la propia. Tengo mi propio McDreamy (lo menos Dreamy del mundo, pero en fin) que me hace morir de amor. Pero es cobarde. Muy cobarde. Con eso me hiere, y mucho. Puta que duele. Y más me duele saber que su cobardía me hace cobarde, porque no logro sacarlo de mi vida. Me da pánico. Las veces que he tratado de extirparlo me ha dolido demasiado. Pagaría por cauterizarme el pedazo de cerebro donde lo tengo incrustado, algo así como un remake del Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos. Pero no puedo. Y mientras él sigue con su aburrida vida, en la que yo soy un accesorio entretenido y brillante pero muy innecesario, yo trato con todas mis fuerzas de olvidarme de él, de que su gordura no me enternezca sino que me repugne, de que su cobardía finalmente me decepcione, de lograrlo ver en toda su liliputiense realidad. Y no puedo. Con todos sus apestosos defectos, sigue siendo mi McDreamy. Pero voy a erradicarlo, como sea. No quiero que su cobardía me haga mierda. Ni quiero seguir siendo cobarde. Así tenga que morirme un rato de pena. A Meredith todavía no le resulta. Habrá que ver si tengo mejor suerte...

"La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes"
Silvio Rodríguez

8/12/2006

Apio Verde to me....

Todo partió el Sábado 1 de Agosto. Fue la fiestoca de mi amiga Teresa, toda farandulera ella. A pesar de que yo no tenía nada que ver, asumí que la fiesta era mía y partí celebrando mi cumpleaños en fiesta ajena. Top. Excelente estuvo. Como ando de recién soltera, ando de lo más liberada. Onda que me puse un vestido rojo sangre, cosa de no pasar desapercibida. Y bailé, muchísimo. Me hicieron sanguchito entre dos minos increíbles. Se agradeció bastante, me dejaron lista para un mes completo. La fiesta tenía un toque surrealista: Rafael Cavada bailaba sin polera ante la indiferencia general, y Bastián Bodenhoffer jugaba a ser Miguel Bosé, mientras yo no podía dejar de pensar que yo lo veía llorar por Nice mientras comía marraqueta con margarina y leche con Milo. Farándula. Terminé en el Casa Cena, comiendo machas a la parmesana y camarones al pil-pil a las 6:30 am, invitada por un amigo. Al día siguiente me declaré agonizante, hasta las 8:30pm, hora en que salí a comer con mi papá a un restaurant riiiico. El Lunes me invitaron a comer mis hermanitas. Yo estaba raja, así que ni me dio para arreglarme. Error: fuimos al Amorío, y entre pura gente linda yo andaba con mi mejor pinta de profesora de básica a mal traer. Aparte de un desfile farandulero (incluyendo a mi eterno y casi senil amor platónico, Panchito Reyes), estaba el protagonista de Crimen Ferpecto, excelente película española. Como estaba de cumpleaños, me armé de valor, me guardé el pudor y la plancha en un oscuro lugar y le fui a pedir un beso de feliz cumpleaños. Jejeje, harto viejita para ponerme groupie, pero bueno. Y al día siguiente... ¡¡Cumpleaños!! Fueron mis grandes amigos a verme. Me pasé dos horas pelando y desvenando un kilo de camarones ecuatorianos, pero valió la pena. Me tomé dos mango sours, que dado que soy abstemia me dejaron bastante a mal traer, equilibrándome apenas en mis zapatos de leopardo. En eso llegaron todas mis amigotas del colegio: la Tere, la Leti, la Marce, la Andrea y la Paloma. Mucho misterio, mucho preguntarme si los demás amigos que estaban en mi casa eran de confianza. Porque claro, me querían entregar mi regalito, y les entró algo de pudor a algunas. El regalo no era otra cosa que... ¡un vibrador nuevecito de paquete! Y de color púrpura, lo más cercano a Moradín que encontraron. A pesar de que Moradín es irreemplazable por ser el primero, mi nuevo juguete es increíble, ya que cumple con todas sus funciones esperadas. De hecho, ya es el hombre de esta casa. Duerme a mi lado, y le paso el control remoto a veces. Y me río cada vez que lo veo, y me acuerdo de todos mis amigos que estaban en mi cumpleaños, lo bien que lo pasé. Ojalá fuera como en Alicia en el País de las Maravillas, para celebrar los no-cumpleaños, y hacer estas cosas más seguido.

8/04/2006

Moradín, te extrañaré


El otro día fui al cumpleaños de mi queridísima amiga Tere. Estaban muchas amigas, también muy queridas, por lo que la noche pintaba para muy agradable. Pero la verdad yo no estaba preparada para lo que venía. Ahí estábamos, puras mujeres, chachareando de lo lindo. Cuando de repente llegó Pilar, una amiga de Tere. Yo, inocente, le pregunté "¿Cuándo me devolverás a Moradín?" Y ahí se me vino el mundo encima. Explico: Moradín no es otra cosa que un bello objeto vulgarmente denominado como vibrador. En este caso, Moradín tenía una incapacidad: no vibraba. Pero era un noble objeto de color morado intenso, que evocaba sin estridencias al objeto que reemplazaba, sin exageraciones de tamaño ni desagradables precisiones anatómicas del orden de venas o pliegues, que me podrían matar del asco. Tenía un origen noble: venía directamente desde Suecia. Pertenecía a la ya mencionada amiga Teresa, a la que un amante mayor y experimentado se lo trajo desde tan nórdicas latitudes. El uso que le dieron fue escaso, y ahí quedó Moradín, con las pilas puestas, lo que dañó su delicada estructura interna y acabó con su aristocrática vibración. Pasaron los años y yo tuve a bien necesitar un artefacto de este estilo, por motivos que no detallaré. Así que Tere graciosamente me lo cedió. Moradín y yo vivimos momentos felices juntos, desarrollando una relación no basada sólo en el sexo sino que también en la confianza mutua y en el cariño incondicional. Él no era sólo un objeto para mí, tenía personalidad, y un lado femenino desarrollado que se expresaba en su consistencia firme pero suave y en su juguetona tapita fucsia. Por eso fue un shock cuando la Pilar me llamó y me lo pidió para un casting. No me pude negar... Mal que mal estaba supuestamente en préstamo, y ella era amiga de la Tere. Lo pasó a buscar en un pésimo momento, en el que mi (ex) novio se iba de mi casa para siempre. Y cuando vio a este bello objeto en la mesa del comedor, mi (ex) novio no quedó nada contento. Asunto de rivalidades. Y fue así cómo también Moradín me dejó ese día, aunque yo sé que no fue por su propia iniciativa. Él era fiel, leal, jamás me había fallado antes. Pero lo entregué sin pensarlo, quizás movida por un intento de potenciar su carrera artística para que todos lo apreciaran como yo lo hacía. Esperé en vano algunas semanas, la verdad no sé cuánto tiempo, me parecen siglos. Hasta el fatídico encuentro en el cumpleaños. Y ahí supe la verdad. Esa tarde Pilar fue a un estreno en un cine. Mostró a Moradín por ahí, incluso Aline Kupenheim lo sostuvo entre sus bellas y estilizadas manos. Terminada la función Pilar se subió a su moto y partió. Cuando llegó a su hogar se encontró con algunas amigas. En medio de la parranda quiso exhibir a mi preciado Moradín, y vio con horror que ya no estaba en su bolso. Se había caído en el camino. Me gusta pensar que no se cayó, sino que trató de venir a mi encuentro y se lanzó de manera voluntaria. Pero ya no está conmigo... Si alguien se lo encuentra en Bilbao, cerca del cine Pedro de Valdivia, por favor postee un comentario. Ofrezco recompensa.

7/31/2006

De vuelta

Todavía esto sigue en pañales, no cacho cómo arreglar la plantilla, no he puesto fotos... flojonaza salí. Pero bueno. Vengo llegando de Bs. As. Qué buenísimo estuvo. Comí como un cerdillo, me compré chorrocientos mil libros, caminé como nunca. Y lo mejor: quedé con el ego en las nubes. Los argentinos son especialistas en eso. Se me tiraban como moscas, a plena luz del día. Tipos bellos, que me piropeaban y trataban inevitablemente de robarme un beso. Es más o menos lo que necesitaba, después de la separación con mi novio. Hace rato que no me sentía así, adolescente, livianita (lo que es claramente una metáfora, porque con todo lo que comí...) Veo las cosas más luminosas últimamente. Me siento aliviada, como si me hubiera sacado una enormísima mochila. Echo de menos a mi Negro, pero como se extraña a un muy buen amigo. Me he besuqueado con un tipo, le he coqueteado hasta a mi sombra, me he hecho la difícil con algunos, he tomado iniciativas. Me he sentido bien en mi pellejo, bien con mi soledad, con ganas de limpiar el corazón y el alma para que entren cosas nuevas. Ya basta de rutinas autodestructivas, de aguantar desaires e indiferencias. Ahora me la juego por encontrar a alguien que me dé el todo por el todo, nada de medias tintas. Y a gozar de mi soltería, a soltarme las trenzas, reírme en la fila y darme cuenta de que lo liviano a veces cura.

7/26/2006

Empezando...

Todavía estoy luchando con la plantilla, soy decididamente una pésima hacker. No sé qué me dio ahora por hacerme un blog nuevo, será que no es suficiente hueveo con el otro, o será que hago lo que sea con tal de no trabajar y después ando llorando. Como sea aquí voy de nuevo, esta vez a título más personal. Tengo que complacer a mi faceta exhibicionista y autorreferente como sea. Ahora hace un frío satánico, mi gato duerme hecho un ovillo al lado mío. Hace una o dos semanas terminé con mi novio, con el que alcancé a vivir tres años y que a decir verdad era un poco pastelillo. Pensé que la soledad iba a ser mucho más difícil, pero he andado hecha unas pascuas. De hecho mañana me voy a Buenos Aires hasta el Domingo, con una amiga. Todo en la onda de "porque yo lo valgo", aunque seguro a la vuelta me arrepiento cuando cache que tengo la pega A-TRA-SA-DÍ-SI-MA, y que me gasté más que país en guerra. Pero filo, siguiendo con las frases publicitarias, la vida es ahora y para todo lo demás existe Mastercard. Total, el Lunes empiezo. No me entran balas. Estoy en plena fase maníaca: me corté el pelo (todavía no me convence haberme deshecho de mi mata eterna de pelo, pero en realidad ya estaba un poco "démodé") y quiero conocer gente, irme a vivir a otro país, tomar cursos de lo que sea. Agotador, pero bastante mejor que mi previa fase depresiva, donde andaba llorando por los rincones. Y ahora estoy ansssiossssa por irme allende Los Andes... A ver qué tal me va por allá.