6/22/2007

Paris, je t'aime


Miedo. Cuando una hace las cosas dándoselas de valiente, a veces no hay vuelta atrás. Y eso es justo lo que me pasó. Tanto proyecto de año nuevo, tanto dármelas de superada y de decir que nada me retiene aquí... Me salió. Me gané una beca. La beca AlBan, nada menos. Y me aceptaron en la universidad en París. O sea que me voy. Y luego. Supuestamente tengo que estar allá en Septiembre, para buscar un depto por dos años, que seguramente va a ser un sucucho en un piso 19 sin ascensor, de 9 metros cuadrados y que va a costar lo mismo que un loft de 120 metros cuadrados en Providencia. Me muero de miedo.
Sí, ya sé, es el sueño del pibe, vivir y estudiar en París, dármelas de bohemia intelectual, caminar a orillas del Sena y comerme una baguette debajito de la Tour Eiffel. Pero eso implica dejar todo lo que es mío, mis amigos, mi familia, mis fallidos amores, mis libros y mi gato. Créanlo o no, el gato es todo un tema. Ha estado conmigo por más de 11 años, y sé que va a ser el que más va a sufrir con mi partida. Y además me voy sola. SOLA. Por primera vez en mi vida.
He estado bloqueadísima con el tema. Por eso ni había intentado escribir e incluso ahora se me hace cuesta arriba. No sé qué me da más horror: si irme o quedarme. Porque irme es empezar de nuevo, cuando ya tengo una vida bastante cómoda armada acá. Pero me da terror que me digan que no, que en realidad me faltó un papel, que no alcancé a sacar la visa y me tuve que quedar en Chile. De alguna retorcida manera siento que irme es el único camino que me queda. Es como una sensación de ahora o nunca, de única salida. Si me quedo acá es un poco más de lo mismo, que dada mi situación actual es lejos lo menos motivante que hay. Mis amores son todos un desastre. Mi pega no me llena. ¿Pero y si allá es lo mismo? Todos tienen la idea romántica de que es cosa de cruzar el charco para tener la vida soñada, que va a estar lleno de clones de Johnny Depp jurándole amor al estilo Pepe Le Pouf bajo el Arco de Triunfo a cuanta mujer latina se aparezca por allá. Pero en todas partes se cuecen habas. O sea, es posible que sea más de lo mismo, pero en otro idioma y sin el inestimable consuelo de mi gente.
Ya es un desgaste enorme reducir mi mundo a unas cuantas cajitas lo más livianas posible. Todo para irme a la incertidumbre. Sé que suena como si no me quisiera ir, pero es el día. Otras veces sueño con que mi vida será la repetición exacta de "Amélie", y fantaseo con andar en el carrusel abajito del Sacré Coeur, comprarme cosas en los Marché aux Puces, leer en algún parque perdido. Y pienso que si los problemas son los mismos, siempre es más glamoroso quejarse y condolerse a orillas del Sena que del Mapocho.
Por último ya está, ya no hay excusa. Si me gustaba hacerme la valiente, ahora es cuándo. Sólo me queda cruzar los dedos y tirarme de piquero en la idea de una "Soupe à l'oignon" en Montparnasse.

"On se croît enculé d'un centimètre et on l'est déjà de plusieurs mètres"