5/21/2007

Kinky


Estoy aburrida. No pasa nada muy emocionante hace rato, mi jipi no ha vuelto a Santiago y ya estoy que corto las huinchas. Y claro, no hay como el aburrimiento
para poner a funcionar mi ociosa y perversa mente. Hoy, en plena sed de mall y con la devolución de impuestos aún calientita en el bolsillo, partí al Parque Arauco. Fui al paraíso de la ropa interior ("Womens secret") y los ví: unos sostenes preciosos, de puta barata pero que costaban lo que gana una puta cara. Me los probé y no lo pude creer: era lo más parecido a un sostén sadomaso que he visto en mi vida, tipo bondage. Y con unas inocentes cintitas plateadas adornando, lejos lo más perverso que hay. Y claro, me los compré. Seguí de shopping, hasta que encontré un lindo abrigo color morado. Me cruza muy bien, y no deja ver nada de lo que hay abajo. Entonces, con mi mente calenturienta y exacerbada, ideé el siguiente plan.

La idea es como sigue:

El Viernes llego de mi pega y procedo a un extreme makeover. Me pongo mis medias hasta la mitad del muslo, mis botas de taco, unos calzones que se amarran a los lados (con cintitas, todo muy fetiche) y mis sostenes nuevos. Encima de todo esto mi abrigo morado. Y parto (creo que por esta vez en taxi en vez de metro, un agarrón Transantiago podría tener consecuencias funestas) a buscar a McDreamy a su pega. Todo muy normal, le pido que me traiga a mi hogar, lo invito a tomar té. Y una vez aquí y sin previo aviso, vuela el abrigo. La velada incluye amarras y demases. Como ven, estoy más que necesitada de emociones fuertes. Y claro, de ahí les cuento qué tal. Porque siempre está la posibilidad de que todo falle. Que él no pueda. Que me saque el abrigo y él simplemente se ría. O salga corriendo. Mil cosas así. Pero la que no se arriesga no cruza el río. Y hasta la humillación más absoluta es al menos una emoción fuerte.