9/09/2007

Regalos


Ya me quedan sólo 10 días en Chile. Y me estoy despidiendo de a poco, mirando mucho las cosas a mi alrededor para grabarlas en mi mente. Voy atesorando estos pequeños regalos, que van a ser los que me mantengan firme en Francia, porque sé que tengo donde volver si quiero. Santiago se ha puesto tan lindo... está en su mejor época. Las calles están llenas de flores de aromo, durazno,ciruelo, jazmín, almendro, dedales de oro... Siempre me ha gustado el color de los árboles cuando le empiezan a brotar hojas verde claro. Los cerros están cubiertos de pasto cortito y ya hace un poco más de calor. Ando olfateando todo, tocando todo. Hoy comí empanadas del Ambassador y chicha de Curacaví, dulce y con gorgoritos. He comido más piñones que nunca, dejándome las uñas asquerosas y un sabor suave y harinoso en la boca. He visto a mis amigos con otros ojos, me he despedido ya de algunos que no voy a volver a ver en mucho tiempo y que no veía hace mucho tiempo también. He abrazado a mis sobrinas y he botado miles de cosas que no servían y que eran puro bulto. Me voy sólo con cosas nuevas, para empezar otra etapa. Me operé los ojos, ya no necesito artefactos para ver claro. Siento una sensación rara, algo así como "ahora sí que sí", que sólo vienen cosas buenas. Quizás es sólo manía pre-viaje, pero igual. Insisto en comer comida chilena, asados y ceviches para hacerle frente a las baguettes y a los camembert que vendrán.Y disfruto. Mucho. El Viernes hice una despedida. Lo pasé increíble, a pesar de que por una extraña conjunción de astros faltaron algunas personas muy queridas. Logré sentirme como a los 15, coqueteándole hasta a los maceteros en una actitud suavemente histérica pero muy entretenida. Fue hasta McDreamy a verme, cosa que me emocionó hasta las lágrimas, literalmente. Pero lo más increíble vino después. Vino a verme mi amor de básica, ese niño inalcanzable que me gustó desde primero hasta sexto y que nunca me dio mucha pelota. Nos reencontramos hace poco, hemos hablado largas horas, y claramente ya no es el niño que me gustaba. Es un hombre muy dulce, que me gusta igual. Y me atreví (al fin) a decirle que me gustaba, sabiendo que nada tiene futuro. Sólo por eltremendo placer de que por fin algo resultara entre nosotros. Ese ha sido el regalo más enorme, darme la oportunidad de encontrarlo en este final de camino. Y estoy contenta. No se podía pedir una mejor despedida.


Yo ya me voy
al puerto donde se halla
la barca de oro
que habrá de conducirme
yo ya me voy,
sólo vengo a despedirme,
adiós mujer,
adiós para siempre, adiós.


No volverán
tus ojos a mirarme
ni tus oídos
escucharán mi canto
voy a llenar
los mares con mi llanto,
adiós mujer,
adiós para siempre, adiós



(Esta es una canción de Santa Sangre, de Jodorowsky, que no me puedo sacar de la cabeza).