
Finalmente lo hice. Logré cortar el lazo con mi Mc Dreamy. Debería estar feliz, orgullosa de mí. Pero no logro levantar cabeza. Fue hace algunas noches, de la peor manera posible, de la manera más torpe, pelotuda e infantil. Nada menos que por messenger. Yo lo había erradicado de mi teléfono y mi computador, borré sus mails, etc. Pero no lo bloqueé. Y me habló, cariñoso, divertido y recriminándome mi ausencia. Hablamos un buen rato, riéndonos, como siempre. Me regaló un par de cuentos eróticos de una escritora española. Hasta que me habló de su mujer, que lo esperaba dormida. Y me empecé a indignar con una ira fría, de mandíbulas apretadas. Empecé a pensar en lo idiota que he sido estos años, lo empecé a odiar. "Te odio", le dije. No me creyó. Le dije que era en serio. Trató de apaciguarme, pero no pudo. Hasta que le tiré las tres frases definitivas: "No te he escrito porque borré tu dirección de mail", "No te he llamado porque borré tu número de mi celular" y por último "no te he mandado mensajes porque te borré de Messenger". Le dolió. Me dijo "Si hubiera sabido no te habría hablado. Perdón". Y se desconectó. Le mandé un mail explicándole mis razones para odiarlo: por hacerme cobarde al no atreverme a quedarme sin él, por tenerme de accesorio por tantos años, por ausente, por no quedarse conmigo. Le declaré mi amor de la manera más violenta posible. Terminé despidiéndome, y deseándole suerte. A la mañana siguiente su respuesta fue "Mensaje recibido. Suerte también". Y nada más. Al leerlo me rompí. No pude dejar de llorar en horas, un llanto seco, jadeante. Ni con todo el aire del mundo podía llenarme los pulmones. Me ahogué de pena. Se me cerró la garganta, pasaba de llorar a gritos, como animal enfermo, a quedarme totalmente inmóvil con la vista pegada en un punto, y vuelta a llorar. En la pega tuve que disimular, aunque no me resultó mucho. Duele, duele demasiado. Me siento como si yo misma me hubiera arrancado un pedazo de un mordisco. No sé cómo voy a vivir con su ausencia definitiva. Antes no estaba, pero al menos me acompañaba su posibilidad. No puedo creer que nunca más voy a oler su cuello, que nunca más voy a poder besarlo, oír su voz. Nunca más. Me quedé vacía. Sabía que me iba a doler, pero esto es insoportable. Yo pensaba que de verdad no tenía esperanza, que era lo suficientemente adulta para saber que él nunca iba a dejar a su mujer por mí. Pero ahora que lo expulsé de mi vida me doy cuenta que en mi corazón seguía esperando, seguía creyendo que era posible. La muerte de esa esperanza me dejó helada. Ojalá pase luego esta mala racha, que ya no soporto esta amargura.
Powered by Castpost